Con la partida de sus caprichosos primos, los elfos de la noche volvieron a centrarse en la protección de su tierra encantada. Los druidas, conscientes de que se acercaba el momento de hibernar, se prepararon para su largo sueño y abandonaron temporalmente a sus seres queridos y familiares.
Tyrande, que se había convertido en la suma sacerdotisa de Elune, pidió a su amado Malfurion que no la abandonara para partir al Sueño Esmeralda de Ysera. Pero Malfurion ponía en juego su honor si no penetraba en las cambiantes sendas de los sueños, de modo que se despidió de la sacerdotisa y le juró que no se separarían jamás si mantenían vivo su amor.
Sola, ante la perspectiva de proteger a Kalimdor de los peligros que acechaban al nuevo mundo, Tyrande reunió a un poderoso ejército de hermanas elfas de la noche. Las intrépidas y diestras guerreras, decididas a defender Kalimdor, eran conocidas como las Centinelas. Aunque preferían patrullar los frondosos bosques de Vallefresno ellas mismas, contaban con muchos aliados a los que podían recurrir en momentos difíciles.
El semidiós Cenarius permaneció cerca de los Claros de la Luna del Monte Hyjal. Sus hijos, conocidos como los Guardianes de la Arboleda, vigilaron de cerca a los elfos de la noche y ayudaron constantemente a las Centinelas a mantener la paz en aquellas tierras. Incluso las tímidas hijas de Cenarius, o dríades, salían al exterior con mayor frecuencia.
La tarea de vigilar Vallefresno mantuvo ocupada a Tyrande, pero sin Malfurion a su lado, apenas sonreía. A medida que los siglos transcurrieron, los druidas seguían inmersos en su sueño y el temor de Tyrande creció ante la posibilidad de una segunda invasión demoníaca. No la abandonaba la turbadora sensación de que la Legión Ardiente seguía merodeando al otro lado de la Gran Oscuridad, planeando su venganza contra los elfos de la noche y el reino de Azeroth.
Tyrande, que se había convertido en la suma sacerdotisa de Elune, pidió a su amado Malfurion que no la abandonara para partir al Sueño Esmeralda de Ysera. Pero Malfurion ponía en juego su honor si no penetraba en las cambiantes sendas de los sueños, de modo que se despidió de la sacerdotisa y le juró que no se separarían jamás si mantenían vivo su amor.
Sola, ante la perspectiva de proteger a Kalimdor de los peligros que acechaban al nuevo mundo, Tyrande reunió a un poderoso ejército de hermanas elfas de la noche. Las intrépidas y diestras guerreras, decididas a defender Kalimdor, eran conocidas como las Centinelas. Aunque preferían patrullar los frondosos bosques de Vallefresno ellas mismas, contaban con muchos aliados a los que podían recurrir en momentos difíciles.
El semidiós Cenarius permaneció cerca de los Claros de la Luna del Monte Hyjal. Sus hijos, conocidos como los Guardianes de la Arboleda, vigilaron de cerca a los elfos de la noche y ayudaron constantemente a las Centinelas a mantener la paz en aquellas tierras. Incluso las tímidas hijas de Cenarius, o dríades, salían al exterior con mayor frecuencia.
La tarea de vigilar Vallefresno mantuvo ocupada a Tyrande, pero sin Malfurion a su lado, apenas sonreía. A medida que los siglos transcurrieron, los druidas seguían inmersos en su sueño y el temor de Tyrande creció ante la posibilidad de una segunda invasión demoníaca. No la abandonaba la turbadora sensación de que la Legión Ardiente seguía merodeando al otro lado de la Gran Oscuridad, planeando su venganza contra los elfos de la noche y el reino de Azeroth.